El Papa en Barbiana
1. Parece que Bergoglio ya sabía algo de Lorenzo Milani. Incluso lo dijo él en una de sus tres alusiones públicas: “Todos hemos leído las muchas obras de este sacerdote toscano y recordamos con especial cariño su Carta a una maestra, escrita con sus chicos de la escuela de Barbiana, donde fue párroco”. A Alberto Melloni le aseguró en privado haber leído Experiencias pastorales ¡en español!
2. Consejeros no le faltan. ¡Ni dentro del orden establecido! El cardenal de Florencia Giuseppe Betori está decidido a recuperar para la Iglesia florentina a ciertos profetas allí apedreados. La lista no es fácil: el alcalde Giorgio La Pira, el sacerdote don Giulio Facibeni (refugio de chavales huérfanos), el escolapio Ernesto Balducci y otros más incómodos todavía, como Milani.
3. Los efectos negativos surgen solos de estos gestos papales. Por la derecha y por la izquierda. Alumnos y amigos de don Milani temen hace años – como a un nublado – que la Iglesia quiera apropiárselo ahora, tras tanto hacerle sufrir y despreciarlo. Y, por la derechona, todas las “burradas” dichas antes sobre don Milani – vivo y muerto – ahora se revuelven contra el propio Papa, “rehabilitador de comunistas”, de rebeldes y de otras cosas peores.
4. La pregunta del millón es sobre los efectos positivos de su visita. El Papa fue claro y exquisito al explicarla: “don Milani deseaba ser reconocido y comprendido en su fidelidad al Evangelio”. Y, si su obispo no lo hizo, “hoy lo hace el de Roma”. Que a ningún cristiano le quepa duda. ¿Y a los más alejados de la fe? Puede que a los “pedagogos progre” españoles los ahuyentara la sotana de Milani, pero en otras materias, humanitarias, sociales y ecológicas, hasta fuera de la Iglesia se aplaude a Francisco. Ahora, en materia educativa, la escuela laica española podría captar el guiño del Papa sobre la de Barbiana. ¿Y seguirá en sus trece la escuela católica? Porque la ignora hace 50 años.
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