Luis Gómez Llorente, hombre de PACTO
Luis Gómez Llorente, hombre de pacto durante la transición política, resultó peligroso para la Iglesia española y, para su PSOE, también. Luego, se quedó casi solo y en tierra de nadie. Como debe ser, como corresponde a los grandes, sean maestros o profetas o, como el “más difícil todavía” de don Milani: ambas cosas juntas. La Iglesia huía de su alternativa socialista a la enseñanza como del diablo. Y el Partido huyó de su izquierdismo republicano y marxista. Y, sin embargo, él hubiera sido el mejor interlocutor con la Iglesia para un pacto de estado sobre la educación; y hubiera sido el cantado ministro socialista de Instrucción Pública, si Felipe González no hubiera preferido a José María Maravall en Educación. El doble impacto de Gómez Llorente sobre Iglesia y Partido impidió un pacto duradero.
El pacto de estado post-constitucional que ahora, en tono de apaño, buscan los dos viejos partidos resabiados y los nuevos aún sin consolidar; un pacto capaz de ahorrarnos el exceso de ocho leyes generales de educación desde 1980 con una insatisfacción cíclica y un deterioro escolar evidente. Gómez Llorente, en cambio, estaba orgulloso de haber logrado – al menos – el artículo 27 de la Constitución del 78, que enmarca todavía la tensión educativa en estos dos puntos calientes, por lo menos:
Hace muy poco El Mundo titulaba uno: La Iglesia quiere formar parte del Pacto educativo y pide incluir la religión en el currículum escolar (28.11.2016). Lo de siempre. Pero, dos, la pelea entre escuela pública y privada lastra el pacto educativo, según el primer presidente del Consejo Escolar del Estado, José Torreblanca (El País 25.2.2013), tras fracasar el pacto ya propuesto por Ángel Gabilondo desde el gobierno socialista.
En Educar(NOS) pensamos que para pactar hay que conocer, al menos, y recuperar en lo posible el talante de diálogo de Luis Gómez Llorente, que escribió mucho, bueno y disperso sobre educación. Sería un buen gesto y un deber parlamentario recompilarlo todo en un solo volumen.
A raíz de su fallecimiento el 5 de octubre de 2012 (nació en Segovia el 29.1.1939) se hizo notoria a todos su profesión de fe católica, según dispuso que se celebrara su muerte. A ver si eso no le hace perder ningún amigo socialista y ayuda en la Iglesia a tenerle más en cuenta. Su aportación, con aristas a ambos lados, la pueden sintetizar dos rasgos: la escuela ha de ser laica y no proselitista (lo firmaría también Lorenzo Milani); y conocer las religiones – ¡incluso la cristiana! – es deber indispensable de una sociedad multiétnica, que exige a todos estudiar el hecho religioso en la escuela.
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