La crisis en la escuela
Dicen que los economistas se mueren de risa cuando escuchan esas propuestas de buena voluntad, que consideran al margen de las leyes reales del mercado y del capitalismo; un puro bla, bla, inofensivo e imposible, dicen. Educar(NOS) apostó fuerte con un número extra y monográfico, el 47-48, a favor de Otra vía para salir de este desarrollismo enloquecido. ¿Se habrán reído? Muchos lectores, no.
Contra el socialismo marxista de la URSS, vivíamos mejor: los fallos de este capitalismo se comparaban con aquella miseria y falta de libertad soviéticas, y siempre salíamos ganando. Pero hoy estamos desnudos ante el espejo, sin nada que exhibir; más bien, ridículos. Las desigualdades en el planeta, su contaminación y su saqueo por los países ricos y – lo que es peor – por los emergentes (no sólo China), que piden la revancha y el derecho a desarrollarse y a contaminar también ellos, no dan para mucha risa. Hay que hacer algo – ¡también en la escuela! – porque el escenario de la función ha cambiado: si todos antes, desarrollados, en vías de desarrollo y subdesarrollados, estábamos en un mismo convoy y en un único viaje hacia el desarrollo inacabable, hoy no. El combustible de la locomotora son los vagones de cola. Los optimistas dicen que la ciencia lo resolverá todo y habrá energías alternativas. Los tontos, que hay cola para rato. Los pesimistas, que el capitalismo liberal ya ha reventado y nos esperan cambios muy graves.
Nosotros decimos que hay que atreverse a saber y, en consecuencia, a aprender economía en la escuela. (Ya lo recomendamos hace diez años: nº 12 de Educar(NOS)). Hay dos formas de meterla en la escuela: porque la crisis arrecia (como el maltrato, el tráfico, el alcoholismo o las drogas), o porque la escuela, en mitad de la vida y no aparte, es un ámbito crítico de luz, que se atreve a mirar a los que sufren.
Teníamos todo listo para hablar del Pacto educativo, pero se truncó…